Me había pasado algunas veces pero nunca en mi tierra. Cuando tenía dieciocho años, en Francia, me preguntaban si era inglés; en Cuba, pensaban que era italiano; en Italia, preguntando a unas señoras mayores por alguna dirección, me miraban de arriba abajo y me ha hacían repetir, una y otra vez, que era español, desconozco la razón para que dudaran tanto sobre mi nacionalidad. Hasta cierto punto todo normal, nos habrá pasado a casi todos, supongo. Sin embargo, que en mi tierra duden de mi procedencia ya me parece el colmo. Paseaba por la proximidad de la playa con Goofy, el westy de mi sobrina, cuando apareció por allí una perrita de la misma raza. A Goofy no le gustan los perros grandes, sus preferidos son los de raza schnauzer y los de tonos grises u oscuros, sin embargo, tuvo a bien oler las partes más nobles de su semejante aunque a los pocos segundos ya estaba interesado en otras cosas. La dueña de la westy señaló que tenía nada menos que doce años pero yo escaneaba a