sábado, 13 de septiembre de 2025

LOS INDIGENTES



Observo desde mi terraza, con vistas al Mediterráneo, a un indigente que ha puesto a ventilar sus mantas encima de la pasarela de madera de la plataforma que lleva a la playa. Después ha ido al lavapiés a lavar sus zapatillas. Sin embargo no se las ha quitado, simplemente deja que el agua caiga sobre ellas. Ahora mismo lleva 20 minutos de reloj utilizando el agua. Recuerdo, ya hace unos quince años, que una pareja de vagabundos dormía todas las noches en el cajero automático de un banco que ya no existe. A partir de las diez de la noche se cerraban por dentro y no podía acceder ningún cliente a sacar dinero. Por la mañana se aseaban en la ducha de la playa. Cada uno de ellos la utilizaba durante más de veinte minutos. No tengo nada en contra de esas personas, pero hay cosas que no hay que permitir. Tras más de un mes realizando esas tareas llamé a la policía local de Peñíscola para denunciar la actividad, según las instituciones, incluida la Comunitat Valenciana, se reconoce que el agua es un bien escaso y  se debe priorizar su gestión responsable, como la implantación de sistemas de depuración y reutilización, para garantizar su disponibilidad futura frente a los desafíos climáticos y demográficos. Obviamente, no había responsabilidad en la gestión de ese agua, un bien escaso, por parte de los indigentes, no era normal que cada día gastaran cerca de trescientos litros cada uno para ducharse. La persona que me atendió en el teléfono de la policía local de Peñíscola me dijo (tolerancia máxima y promotor de la inclusión social) que también eran personas y  tenían los mismos derechos de los demás. Le contesté que todos tenemos derechos y obligaciones, pero también responsabilidades y que pensaba que no se puede permitir a nadie que haga una mala utilización de los servicios públicos que pagamos entre todos (en este caso esos indigentes quedarían exentos, claro). Ante la situación de sequía, la escasez de agua y la necesidad de cuidarla y ahorrarla es una prioridad para toda la sociedad. Colgué  el teléfono bastante enfadado. Por suerte, a la semana de este incidente los indigentes desaparecieron para siempre. 

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