domingo, 30 de diciembre de 2018

WINTER BLUES



He pasado una semana en Levante aprovechando las festividades navideñas. Ha sido una semana tremendamente luminosa, con un sol prácticamente despejado de nubes, y un mar tan sereno que más que mar parecía un lago o un embalse.  A finales de diciembre se agradece tomar el sol, el cuerpo recibe vitamina D, estimula las defensas y, sobre todo, produce una sensación de bienestar que hace sentir el lado positivo de la vida.
Hace años se describió una alteración afectiva estacional (“Winter Blues”) que afecta a cerca del 10% de la población, casi al doble de mujeres que a los hombres, y que se caracteriza por la aparición de síntomas depresivos en verano que desaparecen al llegar el buen tiempo. En un estudio realizado por el Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Basurto los síntomas ocasionados por dicha alteración son los siguientes:
Disminución de la actividad física (96%); tristeza (96%); ansiedad (96%); aumento del tiempo de sueño (76%); dificultades laborales (84%); aumento del apetito (65%)…
El tema, por tanto, es serio. Personalmente no creo que tenga el “ Winter Blues” pero no es de extrañar que muchos individuos lo padezcan, principalmente en los países nórdicos o en lugares donde se ve poquito el sol.

Debajo de mi apartamento hay una terraza de un bar italiano donde da el sol desde que nace hasta las tres, aproximadamente, en invierno. Cuando el día es soleado la terraza se llena de parroquianos, principalmente alemanes, cuya finalidad es exponerse a los rayos de sol. Sin embargo, tiene que haber de todo en la viña del señor, tengo un vecino enfrente de mi vivienda que permanece todo el invierno encerrado “a cal y canto”. Todas las persianas bajadas durante todo el día y la noche, a pesar de tener vistas privilegiadas sobre el Mediterráneo, y la única puerta exterior sin persiana, correspondiente a la cocina, anulada por una cortina que no es otra cosa que una sábana bajera.  Sé que permanece allí una persona, más concretamente un varón de unos 45 años. Por las noches hay veces que enciende la luz de la cocina, no más de 5 minutos, y se ve su sombra como en esas películas de terror que reflejan las articulaciones humanas mucho más alargadas que la normalidad. Le llamo el invisible y pude verle una vez que se dirigía desde su puerta en el aparcamiento hacia la salida a la calle. No creo que él me viera a mi pero iba escondido en sus ropas. He pensado mucho en él, desde que puede ser un terrorista que se pasa el invierno fabricando bombas hasta que puede padecer tanofobia (sienten un miedo irracional al sol). O tal vez se trate de una alteración afectiva estacional que le doy por nombre “Summer Joys”. Seguiremos informando...

No hay comentarios:

LA VIDA PASA

“¡No hay naciones!, solo hay humanidad. Y si no llegamos a entender eso pronto, no habrá naciones, porque no habrá humanidad".   Isaac ...