miércoles, 13 de diciembre de 2006

ESPAÑA ES DIFERENTE



Veo en televisión que la Academia del Cine Europeo ha entregado los premios como mejor director y mejor actriz a Pedro Almodóvar y Penélope Cruz (que vestía un estupendo y ajustado vestido lamé dorado), respectivamente, por la película Volver.
Hace unos meses vi la película y me dejo indiferente, como tantas otras del director manchego. Soy de los que piensan que Almodóvar tuvo su mejor época en tiempos de la movida madrileña y, una vez pasada, quedó anticuado. Me alegra, no obstante, que los españoles triunfen tanto en Europa como en América y en ese aspecto estoy encantado, que conste.
Esta noticia ha quitado protagonismo a la idea que quiero plasmar en mi blog personal y que trata de mis relaciones sociales, más concretamente dentro de un jacuzzi. Resulta que me encontraba en el balneario de un prestigioso hotel de la costa, me llevo bien con el socorrista que atiende la zona de la piscina y el día anterior hubo mucho jaleo, le pregunté si se preveía mucha afluencia al día siguiente (por hoy). Me dijo que iba a ser, supuestamente, un día tranquilo.
Pero no fue así, alrededor de dieciséis personas en grupo, de todas las edades, aparecían por allí. Intenté rehuirlos pero era imposible, parecía que se multiplicaban. Estaban por todos los sitios: el hamman, el jacuzzi, la piscina con sus cuellos de cisne, las saunas… el socorrista estaba extenuado advirtiendo la obligatoriedad de llevar gorros de baño, la prohibición de tirarse al agua de cabeza. Ciertamente era imposible poner orden con tanto disturbio colectivo. Por sus características físicas y su manera de hablar me di cuenta que se trataba de personas centroeuropeas; tal vez búlgaros o checos.
Me encontraba contemplando la situación desde una posición privilegiada. En solitario, empresa harto difícil, y sumergido en una alta y burbujeante bañera de agua... Poco duró mi apetecible soledad, uno de ellos se introdujo a mi lado saludándome con una amplia sonrisa. Le pregunté de donde eran y me contestó que vivian en Coslada, eran rumanos y en concreto él estudiaba en la Complutense de Madrid matemáticas. Le felicite por su buen castellano y me advirtió que ya llevaba cinco años en España. Yo que soy un poco necio para los idiomas me sorprendía de la capacidad que tienen algunos para aprender una lengua tan singular como la nuestra.
Le conté que había visitado su país en época del dictador Nicolae Ceaucescu , aunque mi compañero de bañera no había nacido todavía, según me indicó. Recordaba muchos momentos con enorme nitidez, por ejemplo que había llevado dólares e hice un buen cambio en el mercado negro de Bucarest. En aquel momento los rumanos necesitaban dólares para escaparse de sus fronteras y pagaban hasta diez veces el valor de su divisa. Tuve esa suerte precisamente. Volví a España, después de ocho días, con el mismo dinero que portaba al salir de mi país después de haber vivido a cuerpo de rey.
Continuamos hablando de la inmigración de Rumania hacía España. Curiosamente localidades como Coslada, de donde procedía el futuro matemático, tenían más población rumana que muchos municipios del país de los Carpatos.
Se despidió de mí el estudiante y me quedé asombrado de lo bien que les va aquí a muchos inmigrantes. Me encontraba en un balneario de un hotel de cinco estrellas y compartían conmigo un lugar privilegiado. Me alegre de que todos tengamos las mismas oportunidades si es como consecuencia de nuestro trabajo, pero me acordé de aquellas familias españolas que emigraron a Alemania y otros países europeos, en los años cincuenta, y que hubiese sido impensable entonces compartir con sus habitantes espacios de lujo y mucho menos no respetar las reglas.
Hoy todo ha mejorado, en general, pero España sigue siendo diferente y muchas veces pueden aprovecharse de ello.

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