domingo, 14 de enero de 2007

EL SERENO


Veo en el Telediario un reportaje sobre el regreso de los serenos a las ciudades españoles, concretamente a Gijón y Vitoria. Cuando era niño, viviendo en Santander, en la calle Madrid, recuerdo que en alguna ocasión cuando iba con mi madre, tuvimos que llamar al sereno debido a que habíamos olvidado las llaves. Se trataba, desde mi visión de niño, de un hombre grande vestido de oscuro, con un abrigo gris de grandes botones y que llevaba siempre consigo un inmenso atillo con llaves y una soberbia linterna. A pesar de tener ese aspecto, me producía una sensación de tranquilidad y seguridad. De alguna manera tenías la sensación de que estaba ahí y gritando en voz alta: “serenooo” sabías que acudiría a tu encuentro raudo y veloz.

Básicamente, sus funciones eran las de velar por la seguridad de viandantes y comercios, hechos relevantes que alteraran el clima social del barrio, abrir o cerrar portales en el supuesto de que ocurriera algo similar a lo que yo viví, según la experiencia contada más arriba. Sin embargo hoy, tal y como han presentado en televisión a los “nuevos” serenos, se trata de un profesional que vela por la seguridad de los vecinos, va vestido con un chaleco de color chillón, generalmente es mujer y está conectado a la policía local mediante un dispositivo de alta generación.

Los nuevos tiempos dejan obsoleto lo antiguo y este caso no podía ser excepcional, aunque lo importante es que vuelvan los serenos y den ese toque de color y seguridad a unas calles en las que cada vez puedes encontrar menos satisfacción recorrerlas a unas horas determinadas.

La televisión, una vez más, me ha conducido a esa infancia que desapareció hace años pero que de alguna manera sigue instalada en mí.

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