miércoles, 17 de enero de 2007

CINE CLUB UNED


En mi pequeña ciudad de provincias existe, afortunadamente, desde hace trece años, un Cine Club que proyecta películas todos los miércoles durante el curso escolar
por ser dependiente de la UNED.
En todos esos años he tenido el placer -y la costumbre- de ser socio. No podía ser de otra manera para una persona que es amante del cine. Es cierto que he fallado a alguna cita, pero teniendo en cuenta que cada ciclo consta de veintidos películas, he tenido la suerte de ver en el Cine Club más de doscientos títulos, todos ellos en versión original con subtítulos en castellano, recientes e inéditas; es decir, no proyectadas en los cines comerciales de la ciudad. Esa ha sido y es su peculiar filosofía.

Quiero aprovechar para felicitar desde este humilde blog a las personas que han hecho posible este sueño. Se trata de Roberto González, autor de la programación y de los textos de una magnifica revista que se edita en cada ciclo, así como de su coordinador Carmelo García. Felicitaciones extensibles a todos los socios que han sido los artífices, desde su sillón a oscuras, de que esto vaya hacía adelante. Enhorabuena a los dos primeros por perdurar en ese duro y trabajoso reto.

Además, desde hace pocas temporadas, todos los lunes del curso escolar se programa “Miradas de cine”, videoproyecciones en DVD abordando la figura de los más prestigiosos directores de cine. Durante estos días tenemos la suerte de poder contemplar varias películas del maravilloso y genuino Billy Wilder (al que trataré más detalladamente en otro apartado de este Blog).

Pero en estas videoproyecciones existe un problema. En cualquier otra ciudad un ciclo sobre Wilder, que consta de nueve films, levantaría pasiones -máxime si es gratuito- pero en mi ciudad, sin embargo, no es así. Tan sólo se cubre el veinticinco por ciento del aforo de la sala, siendo el público que acude, en su mayoría, jubilados. Me atrevería a decir, sin temor a confundirme demasiado, que la media de edad de los asistentes puede estar en torno a los sesenta años.
Al ser películas visionadas en versión original no gusta a los jubilados y comienzan a hablar y a protestar en voz alta molestando al resto de la concurrencia. Algunos se marchan enfadados a los pocos minutos del comienzo, golpeando su asiento y murmurando, por lo que cuesta concentrarse en lo que estamos viendo.

Yo considero que cobrando una mínima cantidad económica se espantaría a los protestones, pero tan sólo es una opinión personal.
Lo que más descolocado me tiene es que no asista el público joven. Como es sabido las ciudades pequeñas no generan excesiva actividad cultural y deberían aprovechar, las pocas que se organizan, esos jóvenes que siempre se quejan, y con razón, de que hay pocas actividades organizadas pensando en ellos.

Ánimo a todos ellos, jóvenes y mayores (en silencio, por favor), a acudir al cine. Se trata de un arte que engancha, entretiene, y además es gratuito. No veo excusas para no asistir.

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