viernes, 30 de marzo de 2007

NARIZ DE ORO 2007. RUBÉN BECKER.


Estando en Zamora leí en el periódico una noticia inesperada (al menos para mí). Rubén Becker, del bar Lasal de la calle Herreros, era elegido como el mejor sumiller de una de las semifinales del certamen “Nariz de Oro 2007” que se celebró en Burgos con la asistencia de noventa sumilleres de Galicia, Castilla y León y Comunidad de Madrid.


Al día siguiente me acerqué a la cuesta del Pizarro para ver el traslado del Nazareno de San Frontis, primera cita oficial de la Semana Santa zamorana, estuve haciendo unas fotos con mi Nikon D70, trípode, algunos teleobjetivos… De regresó a casa, con un poquito de hambre, me acerqué a Lasal, era buena hora. Estaba a rebosar, es un lugar pequeño, anteriormente había sido un mesón y Rubén lo reformó en el año 2000. Pedí permiso a unas chicas para recoger, en la mesa que ocupaban, los utensilios fotográficos que llevaba preparados todavía y que había utilizado minutos antes en la procesión. Me preguntaron si era paparazzi y les contesté que no, En ese momento una de las chicas recordó una anécdota de cuando era una chica “escultural”. Se había ido el fin de semana, según su versión , a casa de una amiga, aunque en realidad era piragüista y su proyecto era descender el Sella. Realizó su sueño y regresó a casa, cuando estaba explicando a la familia como había discurrido el, presunto, fin de semana, su hermano con gestos le advertía de alguna cosa. Salieron un momentode la habitación donde se encontraban y el hermano le comentó que habían seguido por televisión, como en todas las ediciones, el descenso del Sella y dieron un primer plano de ella, todos la esperaban para conocer los argumentos al respecto.

Cuando lo tuve todo bien recogido me despedí de las chicas con agradecimiento, colgué mi mochila y me acerqué al camarero para pedir en el mostrador. Se trataba de Rubén y le felicité, sobre la barra había una botella mágnum de San Román y le pedí un vino. Me contestó que la botella era para un grupo pero que podía ofrecerme otra cosa. Acepté, nunca un finalista de Nariz de Oro me había recomendado vino y ese era un momento especial para mí. Me sirvió e intenté hacer bien la cata, el bar seguía repleto de gente y Rubén estaba pendiente de mí. Observé el color y la intensidad del vino, estudié el cuerpo, la textura y graduación, introduje la nariz en la copa e inhalé para percibir sus aromas, tomé un sorbo de vino, descubrí sabores… y me lancé: no es Toro, Rubén lo confirmó. Hasta aquí fácil, pero quedaba lo peor, no obstante me arriesgué: creo que es un Ribera. Rubén me dijo que bien podía haber sido un Ribera del Duero pero que se trataba de un vino de Portugal, exactamente del Alentejo del norte. Aluciné, había probado vinos portugueses y nunca me habían parecido buenos. El sumiller me habló del enólogo Paulo Laureano y de la buena labor que está realizando por esas tierras portuguesas. El vino era de Paulo y no recuerdo su nombre, sé que se apellidaba Quinta, pero eso es decir casi nada, todo son quintas en el país vecino.
Me habló de cómo está establecido el certamen Nariz de Oro. España se reparte en cuatro cuadrantes y él había sido el ganador del cuadrante norte occidental, en donde se habían clasificado diecisiete sumilleres, las otras semifinales se celebrarían en Vitoria, Sevilla y Barcelona y la fase final en Madrid a mediados de mayo.
Comí un pincho muy bien elaborado en el momento por Rubén y se me antojó otro vino que se encontraba a mi lado en la barra. No recuerdo el nombre, pero era de la Bodega que tiene Mauro en San Román y que pertenece a Mariano García, durante treinta años enólogo de Vega Sicilia. Recuerdo que hace casi veinticinco años cuando pasaba por Tudela de Duero compraba a su padre, Mauro, un vino que luego utilizaba para beber en las celebraciones familiares.
Tras degustar otro pincho elaborado por el maestro, me obsequió con un plato de aceite y unas migas de pan. Estaba exquisito, se trataba de un aceite de Tarragona.
Pagué, menos de la cuenta, (creo que se confundió la camarera al cobrarme). Rubén me hizo un gesto de aprobación, me despedí con un apretón de manos y le desee suerte en la final del certamen “Nariz de oro 07”.
Ciertamente será una prueba difícil pero independientemente de la clasificación que consiga Rubén seguirá siendo el mismo, una persona afable, dispuesto a conversar son sus clientes, regalando sus conocimientos (que son muchos) y con una sonrisa socarrona y pícara, de niño malo, siempre a punto. Así da gusto.

No importa el resultado final Rubén, has demostrado que eres el mejor dentro y fuera del mostrador, y lo más importante es qué siempre seguirás siendo el mismo.
Suerte maestro.

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