Tuve
mi primer ordenador hace más de catorce años. En la actualidad da risa pensar la capacidad que tenía el disco duro. Ahora
cualquier memoria USB tendría más contenido que aquel ordenador. Una persona de mi
generación, que en sus años de adolescencia tan solo tuvo un radio-casete, un
par de canales de televisión en blanco y negro, sin teléfono fijo en su hogar
y poco más, sigue alucinando con los
avances en el mundo de las comunicaciones.
Ayer, sin ir más lejos, desde el domicilio de unos amigos que celebraban una
fiesta muy personal a la que tuve el placer de ser invitado, conocí a los
padres de unos conocidos que viven en Islas Caimán. Ciertamente fue una
casualidad. Dije a esos recién conocidos que en ese momento de los postres
realizaban una video conferencia (¿se dice así?, oing) con su nieto, que durante los primeros días
del verano en Peñíscola. donde nos encontrábamos entonces, conocí a una pareja que acababa de llegar de
Islas Caimán. Él es ingeniero de telecomunicaciones que trabaja para Telefónica
y ella fisioterapeuta. Curiosamente se trataba de su hija y de su yerno.
Recuerdo que estuvimos parte de una tarde hablando sobre aquel paradisiaco
lugar. Para él, se trataba de uno de sus sueños, podía trabajar de manera freelance desde su casa, situada justo al lado
de una de esas playas idílicas que todos tenemos en mente. Ella, sin embargo,
tenía que realizar sus tareas fuera de casa con un horario determinado. No
obstante, se sentía reconocida
profesional y económicamente. Habían hecho muchos amigos, sobre todo
europeos y sudamericanos en los escasos seis meses que llevaban allí, aunque
echaban de menos poder regresar más a menudo a nuestro país. Eran, una vez más,
personas cualificadas que habían abandonado la España de los recortes, la juventud más preparada de cualquier época en nuestro país.
Nosotros
tomábamos el postre y su hija se acababa de levantar. En un primer momento no
pudo verme, por lo visto estaba a contraluz en su pantalla, pero cuando pudo ver
mi rostro se alegró de reconocerme. Sus padres también se alegraron de la casualidad.
Luego, ya en su apartamento, esos navarros de la ribera del Ebro, me invitaron
a un pacharán de lujo. Me sentí encantado de su generosidad y de compartir
momentos íntimos de lejanía extrema, aunque, una vez más, los avances de la
informática hicieron de ese momento algo que no se puede explicar con palabras.
Momentos del corazón que pude compartir con los seres más queridos para esas
personas. A veces los avances
informáticos hacen que te sientas de maravilla.
1 comentario:
Me encanta la foto
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