Regresaba
de pasar una mañana divertida en El Maderal. Como había hecho el viaje de ida
por la autovía que une Zamora con Salamanca, decidí regresar por la carretera
comarcal. Iba abstraído por el paisaje cuando paré al ver un rebaño de ovejas,
quería fotografiarlo para emular a mi buen amigo Ramón Miguel que tiene
colección de fotos en la web
Fotocommunity sobre el tema. Cuando estaba analizando ángulos de enfoque, con
mi ojo derecho comprobé que el pastor, acompañado por dos de esos perros que siempre parecen cansados y tienen aspecto
bonachón, venía hacía mi a gran velocidad. Por si se complicaban las
cosas me apresuré a hacer un par de fotos. Tras el saludo, evidencié que venía
en son de paz. Me explicó que llevaban unos días por la Tierra del Vino pero
que tanto las ovejas como los dos acompañantes, al otro compañero lo divisaba
al otro lado del extenso rebaño, eran de la comarca, también zamorana, de
Sayago. Las ovejas estaban famélicas debido a la falta de pasto por la
carencia de lluvia durante el verano, y observaba que no levantaban la cabeza
de su flamante alimento terrenal. Me explicó que continuarían por allí un mes
más y que deseaba regresar a su pueblo, Bermillo, ya que era muy dura la vida
de pastor.
Tras
despedirme, el hombre tenía ganas de charlar pero yo tenía bastante prisa,
analicé a las personas que conozco del medio rural zamorano, comprobando que
son gentes nobles, amistosas, sencillas, generalmente cultas y orgullosos de
formar parte de esa tierra que me tiene enamorado. Suelen vivir de lo que
cultivan, del vino, de la ganadería y, además, viven bien, están comunicados
excelentemente con ciudades como Salamanca y Zamora, y tienen la suerte, en
este mundo que va tan aprisa, de formar parte, sin quererlo ni saberlo, de ese
movimiento Slow que tanto fascina a los que habitan las grandes urbes. Despacio
viven más y mejor, todo un lujo que no se debe perder, máxime en los tiempos
que corren.
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