ISLAS PHI PHI
No soy partidario de dar
propinas a los indigentes pero ayer lo hice al contemplar a
una mujer, creo que rumana o húngara, que permanecía apoyada en un
coche a la salida de Lidl en Soria. Llovía a chaparrón y ella
aguantaba estoicamente con su paraguas abierto y una cajita metálica
para recaudar monedas que había situado en el muro de salida. La
conozco de otras veces, siempre está allí esperando la solidaridad
de los clientes del supermercado con una amplia sonrisa que se
agradece en los tiempos que corren.
El caso es que compraba
lo que siempre compro cuando voy a Lidl, es decir, chocolate;
almendras: yogures; papel higiénico; cerveza alemana; vino blanco
“Verdejo”: sidra normanda... y me vino a la memoria una anécdota
que me ocurrió hace algunos años. Una cliente me recordó a
alguien que conocí entonces. Viajaba con destino a Bangkok y coincidí en el
avión con dos conocidos sorianos que vivían en Logroño. Aproveché
el momento “sin cinturón” para saludarlos e ir
al servicio. Al comprobar que estaba ocupado, decidí sentarme en el último asiento
del avión, al lado del pasillo, para esperar a que se desocupase
tan minúsculo habitáculo. Al sentarme, algo crujió bajo mis
posaderas, me levanté y comprobé que se trataba de lo que quedaba de unas pequeñas gafas. Al tiempo que palidecía notablemente, una
chica, que precisamente hablaba con mis conocidos sorianos, se acercó
para certificar el siniestro, echándome una mirada repudiable. No sé
qué le dije después de excusarme por el desaguisado. Era una especie de Jerry
Lewis con cara de pasmado y con un discurso diacrónico. Estuvimos
más de media hora intentando buscar una solución y decidimos que
comprase unas nuevas gafas en Bangkok y yo se las pagaría ¡claro!
Cuando salí del servicio, la chica de las gafas estaba hablando con
mi amiga de Candilichera y, al pasar, ambas me miraron de manera
detestable. Cuando conté lo sucedido a mi acompañante, también
corta de vista, me puso a caer de un burro ¿A quién se le ocurre
sentarse en otro asiento? ¿Serás irresponsable? Te va a costar un
ojo de la cara pagar unas gafas nuevas en Tailandia... El viaje, que
previsiblemente (con perdón) iba a ser de placer, se convirtió en
un auténtico suplicio. A medida que iban pasando los días e íbamos
encontrándonos por lo largo y ancho de Tailandia, la pareja de
“las gafas rotas” se iba haciendo más amiga de la pareja de
Candilichera y, cuando me acercaba para preguntar sobre las gafas, las
dos chicas me miraban como al bicho más raro de Asia. Y, aunque no
nos vimos en Bangkok, coindimos en Phuket, en Chiang Mai, en el
triángulo de oro, en Koh Phi Phi, y yo siempre, tragando saliva, le
preguntaba por las gafas, respondiéndome que las compraría al llegar a
España.
Cuando llegamos a Madrid,
recogiendo las maletas, la chica de las gafas se acercó a mi y me
dijo: he pensado que la rotura de las gafas fu un accidente, no te
preocupes no tendrás que pagarme nada, yo me haré cargo de todo. Mi
cara se iluminó y le planté dos sonoros besos en sus carrillos
mientras ella sonreía. Me despedí de los cuatro, requiriendo a las
sorianos vernos cuando estuviéramos en nuestra ciudad. No volví a
verlos pero el incidente de las gafas rotas sigue persiguiéndome como pueden comprobar.
1 comentario:
Eso son cosas que pasan. De todas formas dejarse unas gafas en un asiento tampoco es que sea algo demasiado normal.
Lo que te pasó parece sacado de un guión de Woody Allen :).
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