jueves, 6 de junio de 2013

HASTA SIEMPRE, AMIGO SANCI.


Recordaré siempre a Sanci bailando concentradamente en la pista de la discoteca santanderina Caracol. Estaba bastante claro que, al igual que nosotros, había fumado algún canuto y se dejaba llevar con la música que ponía Regino, en aquella época sublime de la sala de la calle Guevara. Eran los años 70, entre el 73 y el 76, y solía sonar lo último de los Rolling, John Mayall, Tangerine Dream, Leon Russell, Allman Brothers… Aprendí mucho de música gracias a Regino. Cuando libraba lo sustituía el segundo disc-jockey “El Tigre”, que  pinchaba música algo más comercial y nos ponía enfermos. Eran tiempos en los que iba descubriendo aspectos de la vida en una juventud recién estrenada, nunca lo olvidaré. Como tampoco olvidaré la manera de moverse de Sanci, su vestuario hippie, su físico  que me recordaba al nadador Mark Spitt. Entonces, él vivía en una comuna, en un chalet muy espacioso cerca de lo que eran las cocheras de los Autobuses Muñoz, en el barrio “La Gloria” de San Román de la Llanilla. Por allí había chicas preciosas y al pasar en el autobús hacia la casa de mis abuelos en Corbán,  intentaba sentarme en los asientos de la derecha para ver lo que pasaba en la comuna. Las chicas vestían de esa manera tan peculiar, con mucho colorido, sin sujetadores, con flores… y, claro, a los 16 años que tenía en esa época, envidiaba el amor libre que experimentaría Sanci con tanta belleza a su alrededor.
Durante los veranos coincidíamos en la campa de la isla de Virgen del Mar. Todos los jóvenes nos juntábamos a tomar el sol en la parte alta que da al “pilón”. Yo llevaba mis libros para estudiar lo que me había quedado para septiembre. Sanci era maestro y trabajaba en el liberal y pijo colegio Tagore. Se desplazaba en bicicleta y era un tipo solitario pero yo me acercaba a él y charlábamos durante buenos ratos. Le preguntaba qué leía, de alguna manera creo que era mi modelo y quería saber lo que hacía para intentar imitarlo, ya saben, cosas de adolescentes. Cuando coincidíamos por Santander presumía de ser su amigo.
Hace pocas fechas, hablando con mi madre, me comentó que Sanci había tenido un accidente de bicicleta en Santiurde de Toranzo, falleciendo en el acto por el impacto contra un árbol, por lo visto no llevaba casco. Se me agolparon muchas imágenes de nuestra juventud compartida y pensé lo cruel que es la vida. Durante mi juventud santanderina tuve mucha relación con Maribel, su hermana. Salíamos juntos mi amigo Cuco, Ella, Ana, su amiga de la que estaba enamorado, y yo. Coincidí hace 6 o 7 años con Sanci y Maribel en el seminario de Corbán en la presentación de la Coral Santa Catalina, su madre y la mía eran componentes de la coral. Comprobé que Sanci había envejecido, pero claro ya habían pasado muchos años desde la última vez que nos vimos. Lo encontré triste,  abstraído, parecía enfermo. Me saludó cordialmente, nos despedimos y, curiosamente, fue la última despedida. Descansa en paz, amigo y gracias por tus enseñanzas.





                                                                                                                         


3 comentarios:

Tierra dijo...

Que cosas tiene la vida, que se guardan para siempre en el corazón y no se olvidan y aparecen en la mente de forma repentina invadiendo el alma de palabras y enseñanzas.

Un abrazo muy fuerte.

Marino Baler dijo...

Hay gente que aunque han compartido momentos pasados en nuestra vida y aunque pasen años y no los veamos o no sepamos de ellos siempre queda un poso.

Ánimo.

Campurriana dijo...

Algo de Sanci vive en ti, Luis. Eso se nota.

LA VIDA PASA

“¡No hay naciones!, solo hay humanidad. Y si no llegamos a entender eso pronto, no habrá naciones, porque no habrá humanidad".   Isaac ...