La
tele y la radio me han traído estos últimos días buenos recuerdos. Cuando tenía
dieciséis años, viajé con mis padres y mis hermanos a Marruecos. Salimos de
Santander e hicimos una parada de dos o tres días en Granada para ver la
Alhambra, la catedral y el Sacromonte. Fueron días inolvidables. Recuerdo que
dormíamos en un hotel, a las afueras de la ciudad, que tenía un gran patio
andaluz. Días después, atravesamos el estrecho y visitamos Tetuán, Tánger y Río
Martín, allí vivió mi padre cuando era niño. Fue una experiencia impactante ya
que se trataba de una sociedad con una cultura y tradiciones muy diferentes a
las nuestras. Viajando por allí, de repente se cortó la carretera y acabamos
con el coche hundido en una duna. Mientras esperábamos una grúa, paseamos por
la playa y encontramos una tortuga que, luego, se vino con nosotros a
Santander. Le pusimos de nombre Maroc
y nos acompañó algunos años. Ahora, rememoro aquellos días viendo la serie de
televisión “El tiempo entre costuras”,
basada en la novela homónima de María Dueñas. Me gusta su ambientación y
recuerdo algunos paisajes de aquel viaje de hace ya “cuarenta años”.
Al
igual que en los viajes iniciáticos hay momentos en la vida que te marcan para siempre: un libro, una
canción, una película… En mi teléfono tengo una aplicación de RNE con la que
puedo escuchar los podcasts (difícil
pronunciación) de mi emisora favorita. “Cuando
los elefantes sueñan con la música” que dirige y presenta Carlos Galilea es
uno de mis programas imperdibles. “Dice John Berger que toda música trata de la
supervivencia: la de nuestros elefantes intenta ser un bálsamo para supervivientes”,
así se presenta el blog del programa. Pues bien, ayer mismo tuve la oportunidad
de escuchar un programa a la carta del gran cantautor cubano Silvio Rodríguez.
Me vino a la memoria la primera vez que lo escuché en un local de Santiago de
Compostela. Fui de los que tuvo la desgracia de hacer la “mili” siendo
mi destino Ferrol, los fines de semana que no estaba arrestado, junto a mi Dyane 6,
apodado “El Soviet” por su color rojo, viajaba por Galicia. Uno de mis destinos
habituales, cómo no, era Santiago, a veces iba con algún compañero pero al
final decidí viajar solo para no tener que cargar con los gastos de otros. El
garito en cuestión era Dadó Dadá, en la rúa Alfredo Brañas. Solía ir allí, a el
Paraíso Perdido a tomar absenta con agua y al café Casino a leer la prensa y a
contemplar el paisanaje. Un día sonó en Dadó Dadá Silvio y, desde entonces, ha
acompañado muchas de mis horas. Era el año 80 y al siguiente, en la fiesta del
PCE que celebraban todos los años en la Casa de Campo de Madrid, pude adquirir “Trilogía”, un disco
triple, claro, que vendían en la caseta de Cuba y aún no había llegado a
España. Los encuentros más maravillosos con músicos desconocidos por mi
entonces siempre se han producido en los bares. Silvio ya lo he indicado,
Leonard en el 78 en Valladolid y Win Mertens en el 85, también en Valladolid,
en un bar cercano a la Universidad sonando “Maximizing the audience”… qué
momentazo!!!!
1 comentario:
El tiempo entre costuras es una serie apasionante; Cuando los elefantes sueñan con la música, que frase tan preciosa, y es que los elefantes tienen mucho que ver con la resiliencia; no conocía el programa, así que ha sido una suerte encontrarme con este artículo... que bonita música el piano me envuelve en la fantasía; En Burgos hay un bar que se llama "El Patillas" del año del aire, en dónde los músicos van a tocar, es una "caña", además me gusta observarlos y hablar con ellos, son un tanto peculiares.
Bonito artículo. Por cierto, me debes una caña en copa, que a mi no se me olvida nada!!! Un saludo.
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