En
Zamora son las fiestas de San Pedro y acabo de pasar por la plaza de toros. Me
ha llamado la atención la larga fila que había en las taquillas a las seis de
la tarde para sacar las entradas para un
espectáculo taurino que dará comienzo a las seis y media. Me he fijado en el
cartel para comprobar quienes eran lo que toreaban y no he reconocido a ninguno
de ellos. Sin embargo, me ha llamado mucho la atención que en la parte superior
del cartel anunciaran que los niños
menores de ocho años entraban gratis a la plaza. Ese anuncio me estremeció, ya
no sólo está prohibida la entrada a los
menores para ver un espectáculo tan sanguinario y atroz (algo que me
sorprendió), sino que además pueden entrar de manera gratuita.
Cuando
era menor de edad mis padres y mis abuelos me llevaron a muchas jornadas
taurinas en la plaza de toros de Cuatro Caminos en las fiestas santanderinas de
Santiago. Recuerdo el colorido de la plaza, el sol, los asientos estrechísimos
marcados en el cemento que rodeaba el contorno circular de la plaza, las
almohadillas para apoyar los glúteos, la bota de vino fresco, los pañuelos, el
vestuario de las madrinas, el desfile preliminar de toda la cuadrilla… todo
lleno de colorido y con sabor a fiesta auténtica. Pero también recuerdo la
sangre, las banderillas que se clavaban en la espalda de los toros, las
cornadas a los caballos de los rejoneadores con el consiguiente chorro de
sangre, las cogidas a los toreros, la puntillas, el arrastre del toro sin vida…
Pasaba mucho tiempo con los ojos
cerrados.
Soy
contrario a las corridas, al menos desarrolladas de la manera actual, respeto a
los aficionados a los toros, considerando, eso sí, que tiene que adaptarse a
los nuevos tiempos. Los animales también tienen derechos que les estamos
negando. Haciendo historia, por ese trance han pasado muchos seres vivos, sin
ir más lejos humanos de color o mujeres,
en general, que no tenían los mismos derechos que el resto de los mortales. Soy
optimista y creo que las corridas celebradas como se celebran ahora tienen el
tiempo contado. Los niños no pueden ser participes de ese espectáculo digno de
sociedades anticuadas por el mero hecho de que lo permita (por desgracia) la
ley y, lo que es peor, sus padres, que son los primeros educadores. Algo tiene
que cambiar y estoy seguro que lo hará pronto, se trata tan sólo de sentido
común.
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