sábado, 11 de marzo de 2023

"ELS PELUTS" DE IBIZA- 1





                            
Bar Anita. Sant Carles (Ibiza)

Ca n’Anneta ( Bar Anita),  es famoso por el ambiente cosmopolita  que se congrega en su  terraza frente a la iglesia. En los años 60, los hippies se establecieron mayoritariamente en esta zona de San Carlos y tomaron el bar Anita como principal punto de encuentro. Al funcionar además como oficina de correos, aquí llegaban los giros postales que sostenían la economía de estos vecinos, a quienes los ibicencos conocían como "els peluts". Principalmente se los remitían sus familias desde Estados Unidos y Europa. Huían de Estados Unidos por la guerra de Vietnam.


Cuando estuve allí pedí en el mostrador, era sábado y las mesas  de la  terraza y de la zona de la barra estaban llenas de turistas y parroquianos. Cuando nos sirvieron una ración de pulpo y otra de sepia, exquisitas ambas, unos “peluts” se levantaron y nos ofrecieron sentarnos en la mesa que acababan de abandonar. Desde allí divisaba muy bien todo lo que pasaba alrededor de la barra. Vicent, su actual dueño, se dirigía en catalán a un grupo de tres parroquianos hablando de temas relacionados con el pueblo. De vez en cuando una chica de unos 18 años se acercaba a pedir bebidas para llevar a las mesas de la terraza, se llamaba Anneta, probablemente la nieta de Vicent.


En un artículo del periódico elDiario.es de junio del año pasado, Vicent, que era un niño cuando los hippies llegaron a la isla, explica: “En esa época un refresco podía costar una o dos pesetas pero estos hippies te pagaban con un dólar. La gente que trabajaba en la hostelería podía cobrar 200 o 300 pesetas, pero se sacaban un bote de propinas de 800 o 1000 pesetas al mes”. En el mismo artículo de elDiario.es, Dirk,  pintor alemán, comenta  que cuando visitó la isla por primera vez asistió a una gran fiesta hippie en una casa payesa de la zona de Can Curreu, entre Santa Eulària y Sant Carles. “No había electricidad en la casa, estaba todo iluminado con velas, pero era preciosa”, explica. En esa época, cuenta Dirk, los ibicencos no daban valor a las casas payesas, así que para los extranjeros era muy fácil alquilar una. “Estaban muy contentos y nos tomaban por idiotas porque les parecía que pagábamos mucho dinero, pero eran muy baratas”.



Muy cerca de Ca n´Anneta se encuentra Las Dalias, allí un payés del lugar, Juan Mari,  en 1954 inauguró un bar de carretera en el que empezó a sonar música y a hacer bailes. En los 70 se reconvirtió con un nuevo concepto. Las Dalias era el lugar de los ibicencos pero este escenario fue absorbiendo las costumbres e influencias de los que venían de fuera. Juanito, hijo de Juan Mari, comenta en una web turística de Ibiza lo siguiente, “Mi padre empezó a organizar barbacoas en el jardín con los ingleses que llegaban y les ofrecía una noche de estancia, con música y bebida hasta las tres de la mañana”. He encontrado facturas de entonces en las que cobraba 150 pesetas por pasar una noche completa aquí, mi padre se las ingeniaba para compaginar la vida en el restaurante de Las Dalias con su labor en el campo, aquí mismo, donde hoy tenemos el mercadillo, cultivando albaricoques y melocotones que luego vendía en el mercado payés”. 

“Gracias a él soy una persona que he tenido muchas influencias de gente muy diferente y eso me ha dado un prisma enorme para ver y disfrutar de la vida”, añade Juan Marí. En la actualidad Las Dalias sigue acogiendo el mercadillo hippie más famoso de la isla. Por allí han pasado  UB40, Stan Webb, Nina Hagen, Bob Marley, Brian May, Ron Wood, Jimmy Page, Mike Oldfield o Bob Geldof.


Una de las anécdotas curiosas que dejó el paso de los hippies en Sant Carles fue la indignación que aquellos visitantes generaban en el cura del pueblo. Al lado de Ca n'Anneta está la iglesia, cuyo porche era frecuentado por los hippies. “El cura nos mandaba a despertar a los hippies que dormían en el porche con sacos de dormir para que la gente pudiera ir a misa. Se cabreaba mucho. Los escuchábamos cantando y haciendo música con los tambores. También comían allí y, a veces, la imagen por la mañana era bastante impresentable”, recuerda Vicent, que era monaguillo en aquella época y vivió durante dos meses con el cura. Iban con sus guitarras, bebían cerveza y fumaban marihuana y hachís. “El cura, harto de los peluts, puso un cartel que decía: ”Prohibido cantar, comer y dormir bajo estos porches“, explica Juanito.

El cura, además, estaba enfadado también con el padre de Juanito. Él se dedicaba a hacer cine de la época de Franco, mientras que en Las Dalias había música, la gente iba para bailar y divertirse y aquello no entraba en los cánones de la moral católica. Un día, cuenta Juanito, el cura le dijo a su padre que tenía que dejar de hacer música. Como no lo consiguió, le exigió que firmara por escrito que nunca iba a haber cine en Las Dalias. El padre de Juanito, cuenta su hijo, simplemente le dijo que él iría a ver su cine y que el cura era bienvenido en el bar cuando quisiera visitarlo. Pero el cura estaba enfadado. Tanto, que durante un par de años, cuando llegaba la Semana Santa y realizaba la salpassa (una tradición en la cual cada familia del pueblo esperaba la bendición del cura), no se presentó en casa de la familia Marí. “Mi madre y mi abuela estaban preocupadas. Se cogieron un buen disgusto. Pero el cura estaba realmente enfadado: para él, Las Dalias eran un foco del demonio”, explica Juanito.


Visité Las Dalias en mi viaje de marzo de 2023, había estado allí a finales de los 90 y la sensación que me produjo la segunda visita fue algo decepcionante, como si hubiese pasado la fiebre hippie y todo aquello tuviera un poso de lo que fue. Ciertamente, la isla ya nada tiene que ver con aquella época del auge de “els peluts”, ahora es más conocida por la música electrónica, las drogas sintéticas y las urbanizaciones lujosas, sin embargo todo el mundo reconoce que la isla se ha hecho famosa gracias a ellos, a esos melenudos que para la población de la isla eran ricos a pesar de sus pintas andrajosas. 

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