sábado, 20 de octubre de 2007

EL OLOR A JAZMÍN


"Viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma de inteligencia"
Enrique Jardiel Poncela


En el exótico Hammamet junto a su pequeña medina, a esa hora del día en la que el cielo está impregnado de tonalidades moradas y rosas, llenaban las terrazas de las teterías, con calor algo menos agobiante, numerosos hombres locales y algunas parejas de europeos. Me sentaba entonces a aspirar una arguile, o pipa de agua, en una de ellas, junto a un sabroso té caliente con piñones y unas hojas de menta, disfrutando del espectáculo que ofrecían esos hombres ociosos que llevaban encima un jazmín recién cortado. Unos lo prendían de la solapa de la chaqueta, otros lo colocaban en la oreja. Tras preguntar el porqué del posicionamiento del jazmín alguien me explicó que se trataba de un signo reverente, de un código, que tenía un claro y diferenciado significado para cortejar.
No recuerdo exactamente el significado exacto pero había para todos los gustos. Hombre que busca hombre, hombre soltero, hombre casado con ganas de cariño… Todos ellos buscaban compañía. Me pareció curioso e incluso un acto de valentía y firmeza.
El arbusto del jazmín fue fruto de la herencia de los tunecinos que volvieron de Al-Ándalus, importando numerosos conocimientos, palpables en las arquitectura del país, así como semillas de jazmín escondidas entre la ropa, puesto que no se permitía exportarlas. Desde hace años, Hammamet está decorada con dichas flores, perfumando las calles y locales de la ciudad. Numerosas tiendas y vendedores ambulantes ofrecen todo tipo de manualidades hechas con la única materia prima que da el popular arbusto.


Ese mismo olor apareció durante una temporada que pasé en Sotogrande (Cádiz). Durante esa misma franja horaria que describía más arriba, aprovechando que la temperatura era más asequible, recorría una urbanización de lujo haciendo jogging. Era fascinante inspirar aquellos aromas tan dulzones mientras disfrutaba observando lo maravillosamente bien que viven los ricos.
Lo curioso de ambas localizaciones marcadas por su ubicación en distintos lugares es que percibían el mismo olor, la misma fragancia, mientras sus pensamientos eran, con seguridad, tan distantes como las posesiones de cada colectivo.

Ejercí de espectador aprovechando cada instante de esos privilegiados destinos donde nunca me adaptaría a vivir permanentemente. Aunque, eso sí, el olor dulzón del jazmín siempre me trasladará de manera inconsciente al azulado Hammamet y a la sofisticación de la beige Sotogrande.

4 comentarios:

Raquel dijo...

Me fascina leer hoy esto y sentir la conexión con todo lo que está pasando relacionado con el tema desde múltiples perspectivas: mi hermana me escribe y me dice que está en Cádiz, donde hay un festival de danzas y teatro de mujeres iberoamericanas, veo esa foto que me recuerda a Cádiz, leo tu post, leo el del día anterior sobre cine - Oriente Medio y Magreb, pienso en la conferencia sobre Al-Alandalus: Cultural Difussion and Hybridity en Iberia (1000-16000) (http://spanport.lss.wisc.edu/al-andalus/program.htm) que está pasando en estos días en Madison. Algo debe estar recorriendo esas raíces interiores.

Anónimo dijo...

Jazmín. Palabras blancas para un reloj de arena. Un beso.

Luis López dijo...

Para Raq: Hay instantes, momentos, en los que todo fluye. Me hace creer que existen fuerzas superiores que actúan sobre nosotros. Lo importante es estar conexionados en este mundillo virtual y amistoso. Besos y mucha suerte. Ya me contarás en qué acaba todo esto.
Para Anuski (my favorite girl,and of many other, brgggg): ¿Lo blanco es bueno? ¿Rilke tiene que ver en esto?. Acabaría diciendo algo que me encanta de Pombito, pero... mejor callar :-DDDDDDDDDDDDDDDD

Anónimo dijo...

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