Valentina. Modelo de la marca española Dolores Cortés Kids.
Mi
religión no permite hacer concesiones pero hoy me la he saltado a la torera. En una
ocasión comenté a un conocido sirio, musulmán, que había una cosa que me
gustaba de su religión y es poder tener varias mujeres (siempre en el sentido
erótico-festivo del asunto, no traten de machista el comentario) y otra que no me gustaba, no poder beber
alcohol. Él, me contestó sagazmente: -para pecar no importa qué religión
profeses. He pecado por una razón
innegable, acompañar a un colega de trabajo en el inicio de su viaje más largo:
la muerte. Tendré, por tanto, que confesarme por haber ido a misa y soportar
uno de esos soporíferos, intrascendentes y despersonalizados sermones en
relación a la vida y la muerte, declamado por un “pastor de la iglesia”. Y lo
he soportado estoicamente porque he querido acompañar a sus alumnos, que
también son los míos, a esa despedida
precipitada que siempre nos sorprende sigilosamente, que nos produce un vacío
momentáneo y nos hace mirar al pasado en el tiempo compartido con el recién
ausente.
Llevo
más de tres décadas junto a ellos y siempre me sorprenden. Me siguen
sorprendiendo a pesar de creer que los conozco bien. Hoy han acompañado a su
maestro de taller en su funeral. No podían ir todos y los que se han quedado en
el Centro estaban desconsolados. Les explicamos que no podían ir todos a la
iglesia y que otra vez serían ellos los que irían. Todos aceptaban de buen
grado que fuesen otros. Una vez allí, los veinte o veinticinco que han podido
acudir al sepelio lo han vivido emotivamente, de esa manera que solo ellos viven las cosas importantes.
Una chica, bastante unida a él, ha
depositado una rosa encima de su féretro. Otro chico, aprovechando que acababa
de comulgar, ha roto todos los protocolos y ha saludado, uno por uno, a todos
los miembros de la familia con la consiguiente reprimenda de su acompañante al
ocupar de nuevo su lugar en el banco.
Yo
iba acompañando a cuatro chicas que, aunque no tenían una relación directa con
el fallecido, al acabar el funeral han comenzado a llorar de manera angustiada.
Cuando hemos salido a la calle he tratado de consolarlas pero no he podido
conseguirlo hasta llegar a las puertas del Centro. Lloraban de esa manera que
lloran los amigos íntimos, los familiares, las personas que pierden algo
importante. He de decir que me contagiaron, aunque me apartaba para que no me
vieran llorar a mi también y sus sollozos se amplificaran. Durante el resto del
camino fui pensando en lo grandes, lo agradecidos, lo naturales, lo
gratificantes que son y en la suerte que tengo por estar a su lado viviendo
momentos que quedan grabados para siempre.
Llevo
mucho tiempo a su lado y me siguen sorprendiendo, como sorprenden las personas
importantes, de gran talla humana y emocional. He de decir, por último, que
siento gran admiración por esos seres sensibles –invisibles casi siempre-,
humildes y apasionados de vivir la vida de la manera en que la viven y
etiquetamos irresponsablemente. ¡Cuánto tenemos que aprender de ellos! Personalmente,
tengo la suerte de seguir aprendiendo a su lado, que sea por muchos años.
3 comentarios:
Precioso escrito, como tantas veces:)
Un beso grande para tí
PD; qué linda la niña de la foto, dan ganas de achucharle!!!
Achucharla y comérsela viva (con perdón, que siempre hay gente para todo!!!!!!).
Mis hijos me aportan más enseñanzas que yo a ellos, nosotros somos responsables de su formación en un contexto cultural, pero saber reconocer lo esencial, el sentir de la vida, nada mejor que niños y jóvenes.
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