Durante alrededor de ocho semanas la mayoría de las mañanas serán así, monótonas y similares, pero no me importa, es lo que he buscado durante el largo invierno, disfrutar de la maravillosa temperatura, los baños en el mar, la lectura tomando el sol y la alegría de los pájaros que siempre me acompañan con sus cánticos animando la jornada. No busco nada más, simplemente vivir, disfrutar sin condicionantes, pasar el tiempo de la mejor manera posible, en una palabra “vivir”, siempre en la mejor compañía, que eso es la base de la felicidad.
Hoy mi caminata fue en dirección norte ya que tenía que comprar fruta en un establecimiento ubicado en ese sentido, así que incorporé a mis pertrechos (móvil, gafas, dinero, pañuelos, gorra) la mochila. En la frutería en la que suelo comprar no tenían buen producto, me desencantó, mala calidad y muy caro todo. Salí con la mochila vacía. Aprovechando el camino visité otra frutería, compré naranjas de cosecha propia (las que me gustan), peras y albaricoques. El precio me pareció excesivo, las peras a casi cuatro euros el kilo y los albaricoques a más de seis euros.
Ya cerca de mi apartamento me hizo gracia la conversación que mantenían dos mujeres al pasar a mi lado. -Estoy un poco harta ya de esto, decía una. -Yo de lo que estoy harta es de la monotonía que tenemos en Burgos, contestaba la otra. Entendía a la perfección la conversación ya que a mi me pasa lo mismo cuando llevo tiempo aquí, ya comentaba anteriormente que los días son monótonos y llega un momento en el que quieres cambiar la rutina. Me sentí totalmente identificado con ellas, parte de la cotidianidad que me encanta.
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