Croquellanas
El mercado de Vinaròs, construido en 1928, es el punto de encuentro predilecto de locales y turistas amantes de los auténticos productos gastronómicos del municipio. Frutas, hortalizas y pescados frescos de kilómetro 0, así como el célebre langostino de Vinaròs, entre otros productos, son comercializados a diario en este edificio de gran valor arquitectónico. El Mercado, de planta basilical, presenta las características propias de la arquitectura de comienzo del siglo XX. Su estructura está formada por vigas de celosía de hierro sobre ligeras y elegantes columnas de fundición con capiteles decorados con motivos vegetales geométricos. Todo ello conforma un espacio amplio y luminoso, testigo de un formidable ambiente y de una intensa actividad comercial durante todo el año.
Además, dispone de un lugar de encuentro para que puedas saborear tranquilamente las tapas que ofrecen los bares del mercado en un espacio moderno y vintage, habilitado para el visitante, donde podrás degustar in situ una ración de langostinos frescos. (Turismo Vinaròs).
Es todo un privilegio visitarlo, puesto por puesto, comprar los productos para llevarte a casa, o bien degustarlos en el propio mercado, con una temperatura ideal y grandes profesionales al frente de los puestos o “paradas” del mercado de abastos . El otro día estuvimos cenando con unos amigos. Compramos casi un kilo de langostinos recién pescados (producto gastronómico muy apreciado y emblemático de la ciudad, conocidos por su sabor delicado y su textura tierna. Son considerados de alta calidad y se distinguen por su tamaño, que puede llegar a los 20 centímetros en los ejemplares grandes, además de un grosor considerable), compramos los más grandes, había de tres pesos y nos costaron 30 euros, también, en otra parada compramos ocho “croquellanas”, croquetas de Morella que tienen una característica que las hace especiales y diferentes a las demás: su forma triangular. Las comimos de dos sabores: de jamón y alcachofa y de carne. Visualmente se parecen más a una empanadilla y, de hecho, hay comensales que las definen como tal, pero para los morellanos son croquetas. Para postre, compramos en otra parada una cuña de queso de Catí. Comida típica castellonense cocinada en el bar del mercado, donde nos sentamos a degustar los productos acompañados de vino y cervezas. Salimos a 20 € por persona, todo un lujo. Pronto volveré, merece la pena y compras en el comercio de proximidad.
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