viernes, 6 de junio de 2025

DÍAS DE BALNEARIO


Desde que me jubilé, anticipadamente, disfruto de lo que yo llamo “Días de balneario".  Más que días son semanas, entre cinco y siete, dependiendo de otras responsabilidades, durante los meses de mayo y junio, y otras tantas semanas distribuidas entre septiembre y octubre, que disfruto en Peñíscola. Evitando así los meses de julio y agosto, con ese trasiego multitudinario que genera  ruido, contaminación y congestión. 

En esos “Días de balneario” soy feliz con una rutina muchas veces reventada por amigos con los que comparto otros espacios menos habituales y repetitivos. Normalmente madrugo, entre las 7:00 y 7:20 horas, para caminar por la playa durante hora y media, luego hago ejercicio físico durante otra hora y me relajo leyendo al sol alrededor de dos horas, intercalando la lectura con baños en el mar, que por cierto está ahora a una temperatura de 23,5 grados (tal vez mi temperatura favorita para disfrutar del baño). Después visita a la piscina para hacer unos “largos” y comida con siesta de 20´. 

Cuando estoy tendido en mi silla leyendo hay un momento especial. Estoy junto a cuatro o seis amigos-vecinos de urbanización, todos relajados tomando el sol, y a lo lejos, repentinamente, se escucha la voz de una persona entonando el "ho ho ho”, la risa característica de Papá Noel, utilizada para representar la alegría y el buen humor que trae consigo la Navidad. Y tras el “ho, ho, ho” aparece Ángel, el vasco de Ricla, un jubilado entrañable, de apellido euskaldún, que vive en un barrio de Zaragoza donde ejerce de tesorero en una asociación de Séniors y que en Navidad  se disfraza de Papa Nöel para regocijo de los niños. De mis seis amigos, cuatro son vascos. Viene todos los días a visitarnos y cuando llega se presenta con un “egu non”, “eskerrik asco” y “agur”, todos nos agrupamos a su alrededor para escucharlo, sus chascarrillos y sentido del humor son dignos de admiración, rompe nuestra rutina alegrándonos y emitiendo todos los presentes grandes carcajadas. No está con nosotros más de diez minutos, pero es una tregua temporal impagable. Ángel se sitúa en la playa a escasos diez minutos andando de dónde nos encontramos nosotros y siempre que paseo por su zona le saludo y charlamos un rato. Hoy me dijo que esperaba a su hija que llegaba de Zaragoza y mañana a su hijo, para junto a su mujer celebrarlo en un restaurante de la zona con lo que él denomina “la gran mariscada”. 

Hay otros personajes peculiares por la playa, tal vez en otra ocasión hable de alguno de ellos, pero Ángel, una persona de unos 78 años, es optimista ante la vida, alegre y  te trasmite una vanguardia vital extraordinaria. Seguiré disfrutándolo hasta el día 20 que regresa a su domicilio maño.  

No hay comentarios:

DESPEDIDAS Y PUENTE DE SAN JUAN

Ya falta poco para abandonar el Mediterráneo, exactamente diez días. Hoy vino a despedirse de nuestro grupo de playa el vasco de Ricla, Ánge...