martes, 16 de diciembre de 2025

EL BENIDORM DE SYLVIA PLATH



Hay muchos clichés en la ciudad mediterránea de los rascacielos: los “Happy Hour”; las sombrillas plantadas nada más amanecer; los rascacielos con mucha, mucha altura…, pero en los años 60, los primeros turoperadores internacionales comenzaron a trabajar en Benidorm, aprovechando el maravilloso clima  y los precios accesibles al turismo exterior. Esto  se consolidó en 1970 con la llegada de los primeros vuelos chárter al recién inaugurado Aeropuerto de El Altet, a 48 km. de Benidorm.  El boom hotelero entre 1971 y 1973 llevó a la rápida construcción de gigantescos hoteles, conocidos como "hotelfábrica", consolidando a Benidorm como un destino turístico de referencia mundial.


Pero en 1956  Benidorm ya había empezado a atraer a turistas extranjeros. Pedro Zaragoza, su alcalde entonces, inició el plan urbanístico que acabaría dando lugar al mastodóntico Benidorm del desarrollismo. Fue su olfato empresarial el que le hizo viajar en vespa a Madrid en 1953 para solicitar a Franco que se permitiera el uso del bikini en las playas de su pueblo. Con esa petición, el alcalde sabía que se exponía a la excomunión, pero la localidad necesitaba el dinero  de los forasteros y no podía permitirse que la Guardia Civil se pasara todo el verano acosando y arrastrando a comisaría a todas las turistas europeas que se atrevían a llevar el pecaminoso dos piezas.


Benidorm fue el pueblo de pescadores donde Sylvia Plath y Ted Hughes disfrutaron de cinco semanas de luna de miel en 1956, precisamente. Un rincón mediterráneo inspirador, oasis de placidez y paréntesis luminoso para una relación de claroscuros. Los escritores llegaron hasta aquel exótico pueblo en transporte público y se hospedaron en una casa amueblada que les alquiló una mujer que habían conocido en el autobús.


“Habíamos empezado a pensar, con pesar, que quizá lo más conveniente sería una habitación de hotel, con baño, buena ventilación y luz, cuando una mujer pequeña y vivaracha de ojos negros, que iba en el asiento delantero, se volvió a preguntarnos si hablábamos francés. Al contestarle que sí, nos informó que tenía una casa muy bonita a orillas del mar, con jardín y amplia cocina, y que alquilaba habitaciones para el verano. Sonaba casi demasiado hermoso para ser cierto, pues combinaba las ventajas de una casa para nosotros solos, que no podíamos comparar con las comodidades de un hotel, por su precio”. El tiempo que la pareja iba a pasar en Benidorm dependía de lo que dieran de sí sus ahorros, para lo cual era necesario encontrar un alojamiento agradable, pero asequible. 


"Tan pronto divisé aquel pueblecito y vi aquel mar azul centelleante, la limpia curva de sus playas, sus inmaculadas casas y calles –como una pequeña y resplandeciente ciudad de ensueño– sentí instintivamente, al igual que Ted, que habíamos encontrado nuestro rincón […] Últimamente los turistas han empezado a llegar, pero excepto por sus hoteles, el pueblo no tiene nada de comercial y se extiende a lo largo de un kilómetro y medio que bordea la curva de su hermosa playa, que es perfecta, con ondas transparentes como cristales y una isla rocosa en medio de la bahía. […] Nuestra vida aquí es increíblemente bella, por lo que nos quedaremos hasta el 29 de septiembre, cuando volvamos a Cambridge”.


Curiosamente, una foto de Sylvia Plath con bikini sobre la arena de Benidorm, desencadenó hace un par de años la polémica, ya que una editorial inglesa eligió esa imagen para ilustrar la portada de una recopilación de cartas de Plath, decisión que despertó numerosas acusaciones feministas de estar sexualizando a la escritora.


Las escenas y situaciones que encontró Plath en España le inspiraron algunos poemas que escribiría años después, como Las remendadoras de redes (“Entre el pequeño puerto de los pesqueros de sardinas / y las arboledas donde las almendras, aún delgadas y amargas, engordan sus cáscaras picadas de verde, las tres rederas / vestidas de negro –pues aquí todo el mundo está de luto por alguien– / colocan sus robustas sillas y, de espaldas a la calle y de cara a los oscuros / dominios de sus umbrales, se sientan”) o Los melones de fiesta (“En Benidorm hay melones, / Carros tirados por burros, cargados / De incontables melones, / Óvalos y pelotas / Verde brillante, arrojadizos, / Decorados con rayas / Color verde tortuga oscuro”).

El Benidorm de Sylvia Plath es esa imagen idílica y nostálgica de un pueblo español en plena transformación, capturado a través de los ojos de una de las poetas más importantes del siglo XX, marcando un capítulo feliz y significativo en su vida. 


El 11 de febrero de 1963, enferma y con poco dinero, Plath se suicidó asfixiándose con gas. Está enterrada en el cementerio de Heptonstall, "West Yorkshire". Aunque durante mucho tiempo se consideró que sus repetidas depresiones e intentos de suicidio se debieron a la muerte de su padre cuando ella contaba con nueve años, pérdida que nunca logró superar, hoy se cree que padecía trastorno bipolar.


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