No
cuesta tanto pasar de una mañana nevada, a cero grados de temperatura, a una
noche estrellada con quince grados y un mar acompasando sonidos tan placenteros
como son las olas al planear sobre la arena. A mi no me cuesta nada. Al día siguiente, observando de lejos el
termómetro on line, comprobé, después
de dejar despojados de residuos sabulosos los cristales de mi terraza, desde la
que contemplo el mar, que la temperatura que dejé el día anterior seguía tan
inclemente como cuando salí de allí. Por suerte, me pilló en pantalón corto y a
punto de quitarme la camiseta que llevaba puesta. Los poco más de cero grados
que leía mi teléfono, conectado a internet, contrastaban con los veintisiete
que marcaba mi resguardado termómetro al sol. Así que cogí los bártulos y bajé
a la playa. Unos cuantos bolazos con mis wedges
nuevos en direcciones frustradas,
unos cuantos kilómetros andados en busca de las pelotitas, otras tantas
abdominales para colocar el tee y al aguaaaaa. Entrar y salir, pero sobre todo
hallar una salida reconfortante a ese
agua tan helador. Luego duchita de agua fría, de nuevo, y a abrigarse,
que es gerundio. Cuando bebía una cerveza, de nuevo en la terraza, miré de
soslayo el termómetro, ésta vez para disfrutar de la tranquilidad que aporta
una excelente temperatura después de darme un baño reconfortante. Ya no quise
conocer las temperaturas de otros lugares, ¿para qué?... sólo quería mirar
hacía adelante, mirar al mar, otra vez.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
ZAMORA, PURA VIDA
Día de Reyes. Me levanté más temprano de lo que pretendía, probablemente por un dolor lumbar que no me deja seguir acostado, males de guerr...
-
La lectura de un libro me ha trasladado a la época que me tocó vivir en tiempos del dictador Franco. Todo ha surgido cuando se describía, en...
-
Siempre me ha parecido curioso que Castellón sea la segunda Provincia más montañosa de España. Acompaño un texto sacado de Wikipedia. He int...
No hay comentarios:
Publicar un comentario