Foto: El País
Cuando
viajo al extranjero, sobre todo a ciudades con interés, suelo buscar lecturas
sobre ellas para irlas conociendo. Siempre digo que de esa manera viajas dos
veces, descubriéndolas anteriormente a visitarlas. Pues bien, ahora me he
empapado, y sigo en ello, de Venecia. Hay tantos datos, lecturas,
artículos, películas, fotografías, pinturas sobre la ciudad que es
imposible abarcarlo todo. Además, cuando hablas con alguien que ha visitado
Venecia se le ilumina la cara, es como si le hablaras de un amor que permanece
vivo con el paso del tiempo.
Varias
citas, lecturas, comentarios, opiniones, me han sorprendido y me atrapan tanto que
hacen que me sienta con una excitación mucho más fuerte que otras veces que he
emprendido viaje. En “Venecia es un pez.
Una guía” de Tiziano Scarpa, libro de cabecera en mi inminente viaje, el capitulo
titulado “Corazón” comienza así: ¿Nos
enamoramos con más facilidad en Venecia? Por lo que se explica después creo que
sí, te envuelve tanta belleza que debe ser sencillo enamorarte de todo lo que
te rodea, aunque en otro artículo de Virginia Galvin, publicado en El País,
leo: “Porque aquello es tan bello, hay tal exaltación de
los sentidos, que tú esperas que tu pareja te diga una frase maravillosa, y va
y te suelta que le duelen los pies. A partir de ahí vas de frustración en
frustración”. En el mismo libro de Tiziano Scarpa leo que Henry James
escribió que “Venecia es como un piso, un
apartamento formado por salones y pasillos; caminas siempre por su interior,
nunca estás realmente fuera, el exterior no existe ni siquiera en la calle”.
Todo eso en relación a la situación de la ciudad cuyas estrechas calles, la
proximidad del vecino, ser una isla, son motivos suficientes para que no haya
realmente una intimidad deseada muchas veces. En ese mismo libro se habla de
cómo buscan la intimidad los jóvenes. En otras ciudades el coche puede ser el
cobijo ideal para acariciarse, besarse, hacer el amor… sin embargo, en Venecia,
por no haber no hay ni bicicletas, están prohibidas. Pues bien, una pareja hacía
lo que podía en la soledad de un portal, con tan mala suerte que al chico, que
tenía los pantalones bajados, en uno de sus movimientos estereotipados se clavó
un tirador en la espalda. No pudo menos que emitir un grito liberador y a los
pocos segundos, desde una ventana situada enfrente, alguien sacó una venda y
otros enseres farmacéuticos para que el pobre chico aliviara su dolor.
Todavía no he
salido y ya estoy viviendo Venecia. Sé que es narcisista debido a que siempre
está mirándose en sus aguas, también que allí el tiempo se anticipa y la luz
madruga. Agua, luz, belleza… “escenario para el reposo y la contemplación”,
particularidades que diferencian al viajero del turista.
Henry James
llamó a Venecia “the most beautiful of
tombs” (la más bella de las tumbas) y Philippe de Commines (diplomático
francés) dijo que el Gran Canal es la calle más hermosa del mundo. Quiero
conocer el por qué de todo eso, quiero descubrir Venecia y gracias a mis
lecturas creo que lo estoy logrando.
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