Había recorrido quince o veinte kilómetros para disfrutar de una
cala que cumplía algunos requisitos imprescindibles para disfrutar la mañana.
El día era perfecto, sol en todo su esplendor, mar tranquilo, poco impacto humano, agua trasparente… con ese preludio coloqué mi silla, me
desnudé hasta lo que permite la ley y saqué mi libro con el sol de frente,
relax total. Unas voces en el agua hicieron que levantara la vista de mi libro.
Parecía una voz maqueada, de dibujos animados, sorprendente… pero muy molesta, al menos en ese momento
pretendidamente zen. Cuando eso ocurre maldices todo, imagino que entiendan lo
que intento explicar, a todos nos ha pasado.
Dos niños estaban bañándose frente a
mi, más tarde supe que se llamaban Luis y Rafa. Ambos sujetaban sendas
gafas de snorkel a modo de volante y viajaban por una supuesta
autopista marítima. Tenían 7 y 8 años, supuse, y estaban sumergidos, nunca
mejor dicho, en dos personajes imaginarios. Incomodaban mucho en esa situación
pero pronto afloró en mí la sonrisa, eran cómicos cuando escuchabas su
conversación. Durante más de una hora viajaron por lugares imaginarios para
ellos pero existentes realmente. De repente viajaban a Burriana para comer, en
un restaurante, un chuletón con wasabi,
pez globo con arroz…
-¿Cómo se entra a Burriana, Rafa?
- No he estado
nunca, Luis. Ya veo, por la segunda rotonda a la derecha.
- Mamá, ya
estamos en Burriana, decía Luis con el “auricular” de sus gafas y tubo en una
supuesta conversación telefónica .
- Vamos ahora
con el camión a reparar los maseratis
y los ferraris a Italia.
- Estamos en
Marsella, saca otra botella de vodka.
- Vamos a Roma
que se nos hace tarde.
-Ya nos hemos
bebido entre Marsella y Roma tres botellas de vodka…
Yo me
tronchaba de risa con sus comentarios y sus fantasías, sobre todo con las
marcas de los coches y esa comida tan selecta. Me hicieron recordar cómo era yo
a su edad. Mi infancia fue especialmente divertida gracias a mi hermano,
siempre estábamos desplegando imaginación, sin embargo, no teníamos
conocimiento de comidas especiales ni de coches de alta gama… pero sin teléfonos,
sin juegos de ordenador, sin internet y sin tantas otras cosas que los niños
tienen en la actualidad, nosotros éramos felices. Cuando estábamos encerrados
en un piso una larga alfombra nos servía
de estadio para nuestros jugadores de papel,
carreteras pintadas con tiza eran
las etapas de nuestros ciclistas recortados para insertar en las chapas,
diálogos improvisados con marionetas; la familia Telerín; Epi y Blas; Pedro
Picapiedra, Pablo Mármol y cónyuges. En la calle, nuestro juego favorito era
dar patadas a un balón, subirnos a los árboles (recuerdo que a uno le
llamábamos “el helicóptero”) o destrozar, sólo de vez en cuando, “los mijotes”
(maizales) que eran grandes ejércitos de soldados en formación. Cuando dejé de
escuchar a Rafa y Luis envuelto en mis
pensamientos de infancia, comprobé que estaban al otro lado de la cala con su
madre y juntos se metían en el mar para practicar buceo. Se alejaron bastante
de la playa y disfrutaban esta vez de un paisaje real que formaba el fondo del
mar. Rememoré también las playas de mi infancia tan diferentes a la que tenia a
la vista en ese momento. Continúe leyendo pero no me concentré del todo, cada
dos o tres minutos levantaba la vista
para ver donde se encontraban Rafa, Luis
y su madre. Al cabo de un rato les olvidé y sin embargo ahora, pasados unos
días, he querido escribir sobre esos momentos que, de alguna manera, más tarde
se vuelven mágicos y distantes.
3 comentarios:
Vaya sitio mas bonito. Te agradeceria pusieses donde esta o como se llama pues ya q stoy de vacaciones me gustaria visitarla. Gracias
Me gusta mucho lo de volver a la niñez pero sobre todo me gusta la playa. Por favor me puedes decir donde está y como se llama. Haces muy buenas fotografias pero cuando haces un paisaje no pones donde está y ya que me gusta viajar, hay lugares que me gustaria conocer.
Gracias y un saludo
Es posible saber donde esta esa playita y como se llama?
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