Hablaba en mi anterior publicación sobre los niños y su obligado retiro casero. Cuando yo tenía nueve o diez años, por decisión propia, hice algo que ahora, por desgracia, está tan de moda, confinarme. Ese confinamiento en casa duró cerca de un año, lo que una larga enfermedad mantuvo en cama a mi querido hermano. Tan solo salía de casa para ir al colegio y los fines de semana y las vacaciones permanecía inalterable acompañando a mi hermano en su duro, y aburrido, discurrir diario. Eran otros tiempos, sin teléfono, ni internet, ni nada parecido. Pasábamos el tiempo en un largo pasillo de la calle Madrid, en Santander, jugando con chapas de botellas donde incrustábamos la foto de cromos de ciclistas o futbolistas, y montábamos etapas de la Vuelta a España o campos de fútbol, desarrollando nuestra increíble imaginación. Recuerdo que mis familiares, durante aquel verano, me insistían en acompañarlos a la playa, pero yo siempre prefería quedarme en ese confinamiento elegido e imprescindible para mí. No me arrepentiré nunca y, hoy en día, no tendría ningún problema en volver a hacerlo. El amor, siempre, está por encima de cualquier otra cosa. Ahora son otros tiempos, nos hemos vuelto raros y un poco más viejos, pero siguen uniéndonos fuertes raíces que, además de la sangre que nos hace parientes, la lealtad nos convierte en familia, o eso me gustaría pensar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
AUTOCARAVANAS
Hoy de nuevo salí a caminar por Peñíscola, lo hice por la ruta que suelo hacer en invierno, algo más larga. Sin embargo, al contrario de l...

-
La lectura de un libro me ha trasladado a la época que me tocó vivir en tiempos del dictador Franco. Todo ha surgido cuando se describía, en...
-
Foto: Charlotte Allen y un servidor en la bodega La bodega AlmaRoja ( Red Soul) , de Charlotte Allen, se encuentra situada en la localidad ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario