De repente me ha abordado “la saudade”, ese término que describe un sentimiento profundo de melancolía, nostalgia y añoranza por algo o alguien querido que está ausente. -El escritor portugués Manuel de Melo la definió en 1660 como «bem que se padece e mal de que se gosta» (bien que se padece y mal que se disfruta). Dada la dificultad de su traducción y su extensa y ambigua definición, el término fue incorporado en su forma original al habla española-.
Sin embargo, no hay nada ausente todo pervive, por el momento. De repente, las hojas han comenzado a caer, la lluvia es intensa y la luz del día va acortándose. Y lo más doloroso es que tengo que abandonar mi hogar para buscar otros lugares en los que todavía pueda disfrutar de la playa y el buen tiempo, el invierno, después, se hace largo. Es algo decidido personalmente y, sin embargo, me produce nostalgia abandonar a los míos, mi tierra, sus gentes. Y a pesar de estar mentalizado cuando llega el momento siempre me pasa. Echaré de menos los días nublados, la compañía, la excelente temperatura, la decisión de qué hacer durante la jornada condicionado por el tiempo, los paisajes sorprendentes, "el bonito y los bocartes", la quesada de Luca, el marisco y el pescado de Chuchi, los días de playa con compañía, los conciertos de calidad. Acaba un ciclo y comienza otro, esperado y para seguir disfrutando. La vida pasa sin apenas darnos cuenta y hay que darle alegría al cuerpo antes de que sea demasiado tarde. Pronto regresaré y eso es lo que me produce satisfacción, tras un paréntesis de dos meses volveré a reunirme con este paisaje y su gente, que es y será siempre, una parte indivisible de mi persona.
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