El
Mediterráneo me produce la paz necesaria para descansar
plácidamente, algo extremadamente difícil en los últimos meses en la estepa
soriana. Acabo de despertar de una larga siesta, no de esas de pijama y orinal
para Cela, pero sí profunda y relajante. No acabo de despertar de ese sueño
reparador mientras escucho a The Sea and Cake con marcas en la cara
producidas por un cojín que lucha por volver a ser tan simétrico como antes. De
reojo, veo un par de tablas de surf que se persiguen a velocidad de vértigo,
aprovechando el fuerte viento de levante.
Por la mañana
jugando una partida de Mölkky, una especie de bolos recortados y numerados, en
la playa, con mis vecinos Jean François
y Françoise, hablábamos de vinos (ellos son de Burdeos) y de algunas
particularidades de los españoles: de los toros; el fútbol; lo buenos que somos
para el deporte y lo malos para la política; de lo mundano y lo irracional…
cuando aparecieron Carla y Norma, dos hermanas de 6 y 8 años, respectivamente,
que se unen a nuestro juego y provocan la alegría y el placer que producen los niños cuando quieren aprender e intentar
hacerlo mejor. El caso es que Carlita, la más pequeña, fue mi compañera. Íbamos
en clara desventaja ya que Jean François es inabordable en el juego y, además,
yo no soy el compañero ideal al ser un iniciado, pero para Carla, tan rubiuca y
rizosa, yo era su modelo y tenía que poner toda la carne en el asador, mal
asunto a sabiendas de la paliza que nos darían su hermana y JF. Comenzó el
juego Carla y desconocedora de la fuerza a aplicar al palo cilíndrico que tiene
que abatir los bolos, se quedó corta. Su hermana, sin embargo, tiró un par de
bolos y hubo fiesta en el equipo contrario. Era mi turno y tuve la suerte de
derribar nueve de los doce bolos, gran disparo y fuerte abrazo de Carlita.
Íbamos por delante, pero, ya saben, la alegría del pobre dura poco… JF realizó
un tiro preciso y abatió, nada menos que diez bolos. 12-9. El juego transcurrió
muy igualado y en la última tirada, sobre un total de 50 para finalizar, nos
quedaban 9 bolos y al equipo contrario 5 para proclamarse vencedores. Carlita
derribó tres bolos, excelente, estábamos, por
tanto, en un marcador a la contra
44-45. Norma falló y yo tiré dos bolos más, 46-45. JF, con un tiro riguroso y
vencedor, derribó el bolo marcado con el número 5… habían ganado. Nos
felicitamos todos, vencedores y vencidos, y yo, sin embargo, me llevé el mejor
premio: un besito de Carla que me supo a gloria.
Conozco a JF
desde hace varios años pero nunca habíamos hablado, un buen día coincidimos
nadando a unos cuantos metros de la
playa, y charlamos de esos temas frecuentes, parecidos a los que hablas con un
vecino en el ascensor pero trasladados a agua salada. –Está más fría de lo
habitual. –Sí, cierto. –La temperatura no es la normal para estas fechas. –No, claro, debería haber algunos grados más…
El caso es que debido a las partidas, que siempre gana él, nos hemos conocido
más. Es un tipo peculiar, ha sido
jugador de rugby y piloto militar, da gusto hablar con él ya que atesora muchas
experiencias.
Imagino qué
habrá más oportunidades de comentar sobre
JF. Ahora me he despistado con la voz telefónica de un ser amado y, además, me ha pillado escuchando a Fionn Regan, bebiendo una Staropramen y comiendo un poquito de
Llonganissa de Vic… Perdonen mi atrevimiento cortando el tema pero estoy de
vacaciones. Continuará…
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