A finales de diciembre falleció mi querido y admirado amigo Edgar Sterling. Era el Presidente de la Fundación que lleva mi nombre en Santiago de Cali (Colombia) y que se dedica a favorecer el deporte del bádminton (alimentación y medicamentos) entre las clases sociales más desfavorecidas.
Se le va a hacer un homenaje y me han pedido unas letras recordándolo. Aquí va la primera parte.
MI INOLVIDABLE EXPERIENCIA EN CALI. Primera Parte
A finales de diciembre del año pasado falleció mi querido amigo Edgar Alexander Sterling. Precisamente, ahora leo de nuevo un documento, elaborado por él, sobre la historia del bádminton en el Valle del Cauca. Comienza así:
“El Bádminton en el Valle del Cauca ha crecido considerablemente la práctica, difusión y masificación de esta maravillosa disciplina deportiva olímpica. Tuvo sus inicios en el año 2001 en la ciudad de Santiago de Cali, cuando por iniciativa de la doctora Piedad Maya, jefa de protocolo de la Alcaldía de Cali, siendo alcalde el comunicador John Maro Rodríguez, en un convenio con la Federación Española de Bádminton, se decidió hacer una capacitación, a nivel nacional, de la disciplina olímpica, con un cupo de 80 participantes de varios lugares de Colombia. La Federación Española de Bádminton encomendó esta misión al seleccionador nacional de España sub-16 (1999-2000] licenciado Luis López Martínez. La capacitación se realizó, del 16 al 24 de julio /2001, en el coliseo de la Universidad del Valle, coordinado por el decano del área de educación física y deportes el licenciado Enrique Lara Orjuela y en la organización de logística de la secretaria del deporte y recreación de Santiago de Cali estuvo a cargo del licenciado Edgar Alexander Sterling Muñoz.”
Obviamente, todo un orgullo personal haber sido parte de ese maravilloso proceso en el Valle del Cauca que, por cierto, está en manos de grandes profesionales y mejores personas. A todos ellos mi admiración y empatía.
Y, claro, ante esta tesitura que significa haber perdido a tu mejor amigo en Colombia, el que se sentía orgulloso de mi por ser su “mentor”, con una Fundación a mi nombre en Ciudad “Los Álamos”, todo se viene abajo. Por suerte, tengo contacto con grandes directivos y entrenadores de mi querido Valle, con Susana, Daniel, Diego Holguín (Club Buga), Alexandra (Club Corpotes), a los que les envío (también al resto de clubes y participantes de Bádminton en Valle) mi máxima consideración.
Después de este preámbulo, quiero hacer, desde mi humilde punto de vista, un breve recorrido (maravilloso, por cierto) durante esas fechas de hace ya, ¡madre mía!, 24 años.
Mi contacto principal fue Piedad, jefa de Protocolo de la Alcaldía de Santiago de Cali, entonces. Me reuní con ella unas semanas antes en Barcelona e intercambiamos todo lo relativo a lo que serían los cursos de “Monitor de Bádminton”, contando con el respaldo de la Federación Española, la Universidad del Valle y la Alcaldía de Cali. Hasta el momento de aterrizar en Cali mi única interlocutora fue Piedad. He de decir que una persona adelantada a su tiempo y con una energía y profesionalidad fuera de lo común. Pero, voy a contar una intimidad que nadie conoce. Me alojaría en el Hotel “Torre de Cali”, semanas antes de viajar Madrid-Bogotá-Cali, vi en un informativo español que habían puesto una bomba en dicho hotel. Eran tiempos difíciles por todo lo que significaban los carteles y la guerra civil que vivía el país. El atentado en la Torre de Cali ocurrió el 5 de mayo de 2001, y hubo 36 heridos y daños significativos en el edificio. El ELN se atribuyó la responsabilidad del ataque, que fue parte de una serie de actos violentos en la ciudad durante ese período. Al día siguiente, telefoneé al hotel para comentar que me iba a hospedar ahí y si el hotel estaba, después del atentado, en condiciones de recibir clientes. El recepcionista, muy amable, me dijo: - “Eso son buenas noticias para usted. Significa que ya no se cometerán más acciones en un tiempo”. No podía creerlo.
En el aeropuerto de Bogotá me recibió la doctora Piedad, que tuvo la amabilidad de enseñarme los rincones más interesantes de la capital. El viaje Bogotá- Cali, también aéreo, fue corto. Una vez en el aeropuerto de Santiago de Cali me trasladaron al hotel. Una magnifica suite en el último piso me esperaba con unas vistas espectaculares a los farallones y a la ciudad. He de decir que viajé a Colombia (era mi segunda visita a Colombia) sin el permiso de mi mujer, realmente, como ya he dicho anteriormente, corrían malos tiempos en la nación y uno de los focos de más acción era la ciudad caleña. Una vez instalado me encontraba solo en un lugar desconocido y cuando encendí la televisión, el noticiario salpicaba crónicas muy duras, todas ellas con sangre y muerte de por medio. Venía de España, un lugar tranquilo, en paz y, de repente, estaba envuelto en una corriente de horror y pánico. En ese momento pensé que debería haber hecho caso a mi mujer, que sufría en la distancia pendiente de mis llamadas telefónicas, pensando que iba a ser raptado, en el mejor de los casos.
A la mañana siguiente, un vehículo municipal con un conductor armado y en contacto por radio con la policía, me recogió en el aparcamiento subterráneo del hotel, tenía los cristales tintados. El trayecto hasta la instalación deportiva, en el sur de la ciudad, se me hizo muy largo, pero me encontraba protegido. El curso empezaba a las 8:00 a. m., me esperaba el licenciado Lara. Los alumnos no llegaron hasta cerca de las 9:00 a. m. Cuando me presenté les dije que probablemente había habido un error y que el horario para todos los días era de 8:00 a 14:00 horas, estaba comprimido para ese horario y deberíamos respetarlo todos. Durante la segunda jornada ocurrió lo mismo. Entonces tomé una decisión: -A partir de mañana el curso comenzará a las 7:00. Al día siguiente todos estábamos puntuales en la instalación a las 8:00, comenzaba a conocer algunos detalles cotidianos.
Una marca italiana de pasta fue la que patrocinó nuestras comidas en la misma instalación deportiva. Al tercer día de comer siempre lo mismo me cansé, los alumnos notaban que no comía toda la cantidad servida. Durante el resto de los días me sorprendieron ya que, supongo, se pusieron de acuerdo para traerme comida casera elaborada por sus familias. Me pareció increíblemente bello. También me traían hojas de coca para mascar y como sabían que me encantaba la cerveza y en la Universidad no había, rotaban, para cada día desplazarse unos kilómetros en bicicleta para traérmela de las afueras. Todos ellos fueron un encanto.
Todas las mañanas el vehículo me esperaba en el parking y me desplazaba a la Universidad del Valle, me telefoneaban de la recepción del hotel y bajaba vestido con mi ropa deportiva y mi raquetero siendo saludado por los trabajadores. Todos los días, durante mis clases, un responsable del polideportivo aparecía con periodistas de radio, prensa y televisión para hacerme una entrevista. Les indicaba que durante mi horario de clase no podía atenderlos, mi prioridad eran mis alumnos. A partir de la finalización, a las 14 horas, podría recibirlos. No llegaban a entenderlo, se iban echando pestes sobre mi persona, “español creído”, pensarían. Uno de esos días, nada más finalizar la clase, sin tiempo a ducharme, un coche de la televisión estatal colombiana me trasladó a un estudio para entrar en directo en uno de esos programas de entrevistas y demás, tenía cobertura regional. Entré al estudio con mi ropa deportiva Adidas (también me esponsorizó Adidas Colombia) y, entre aplausos, me dirigí a la entrevistadora y le coloqué una raqueta en la mano, le distancié de mí y comenzamos a jugar a bádminton en el estudio, el público no paró de reír. Luego me entrevistó durante 15 o 20 minutos. Cuando llegué al hotel una comitiva de empleados me recibió con aplausos. Desde ese día todos pasaron a referirse a mi como Licenciado López, antes era Entrenador López y a la jornada siguiente, que un periódico local publicó, en su última página una entrevista, con fotografía incluida, sobre mi trabajo en Cali sobre el bádminton, ya me denominaban Doctor López. Me hice famoso en Cali y eso no me gustaba mucho, no estaban los tiempos para ser reconocido. Debajo de mi hotel habían montado una feria con diversos puestos, música. Iba todos los días yo solo a tomar un zumo de lulo. La chica del puesto me reconoció, me había visto en la tele y me pidió un autógrafo. A partir de esa firma, todos los días que duró la Feria (creo que de las naciones) esa chica llevaba un zumo de lulo a la recepción de mi hotel y me lo subían a mi suite. Cuando salía solo por la ciudad, con más miedo del debido, me vestía con una camiseta de la selección de fútbol de Colombia (que me regalaron mis alumnos), me quitaba el reloj, hablaba lo imprescindible, llevaba la plata justa y calzaba zapatillas sin marca. He de reconocer que siempre pasé miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario